LA PRIMERA MUJER QUE MIRÓ A UNA RANA MARSUPIAL

Ilustración de Eugenia del Pino realizada por Alisa Pincay, 2022.

Escribe: Jéssica Zambrano

La científica ecuatoriana Eugenia del Pino recibió este año el premio a la trayectoria de la Sociedad de Biología del Desarrollo, gracias a su estudio sobre los anfibios en el Ecuador. Ella es la primera latinoamericana en alcanzar dicho reconocimiento. Además, fue la primera persona ecuatoriana en ser elegida Miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.


Cuando Alexander Von Humboldt llegó a los 5.917 metros de altura después de ascender una cuchilla del volcán Chimborazo, tomó muestras del aire donde ningún otro hombre –ni mujer– había llegado antes de 1802. En ese instante sintió que estaba en la cima del mundo y entendió que el recorrido que había hecho por los Alpes, Tenerife y Pirineos se unía como un rompecabezas, que todo estaba entrelazado entre «mil hilos». Se dio cuenta de que, por ejemplo, el Orinoco y el Amazonas estaban conectados, y que hay ecosistemas que se asemejan lejos del nivel del mar.

En la historia, los conquistadores son todos hombres. Aventureros que se lanzaron al «peligro». Como nuestros héroes patrios, que sangraron para conseguir sus victorias y convertirse en los mitos de nuestra infancia. Pero el territorio de un conquistador, la cima de un aventurero o el romanticismo de los apuntes de los exploradores son lugares peligrosos para quien busca en lo pequeño.

Desde el centro del mundo, en el país que duerme entre los volcanes a los que ascendió Humboldt, la científica ecuatoriana Eugenia María del Pino Veintimilla evade el romanticismo que cargaban los exploradores del siglo XIX.

El suyo ha sido un camino más bien discreto; hecho desde el cuidado, desde los límites, desde la austeridad. Desde allí definió su carrera como bióloga cuando, en 1963, sin querer dedicarle su vida entera a un oficio, entró a estudiar Ciencias de la Educación en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (Puce).

Ilustración de Eugenia del Pino realizada por Alisa Pincay, 2022.

En ese camino se encontró con las ranas endémicas que habitan los páramos de Ecuador, una razón para hacerse preguntas de manera infinita. Preguntas que nadie nunca había contestado antes de ella porque nadie se había detenido a estudiar una especie que habitaba en las zonas urbanas y los valles de los Andes, y que podría ser vital para aproximarse al desarrollo embrionario de los seres humanos.

Durante sus estudios universitarios, un grupo de profesores de intercambio que llegó desde Estados Unidos a la Puce abrió un programa de especialización en diversas áreas, entre las cuales se encontraba la biología. Aquel intercambio la hizo aproximarse a las ciencias y cuando terminó su carrera, Eugenia aplicó a una beca del programa Latin American Scholarship Program of  American University (LASPAU) para hacer una maestría y ganó. Se fue a vivir cuatro años a Estados Unidos. Tuvo que decidirse por la biología de forma definitiva y dejar de lado los estudios de germanística que había comenzado por afición. «La vida está llena de escogencias, sean grandes o pequeñas. Y eso va abriendo una ruta. Es como esa canción que dice: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Y esa es la pura verdad.

En algún momento quiso estudiar medicina, pero la idea de contagiarse con algún microbio en el proceso, o de lastimarse, era algo que la contenía. Pensar desde ese lugar del cuidado, donde además creció, delimitó aún más su camino. En su vida como bióloga no habría disecciones, ni heridas.

Durante su estancia en Estados Unidos, entre 1967 y 1972, su profesor Alan Humphries le mostró el camino del desarrollo embrionario a partir de sus estudios con la rana Xenopus Laevis, una especie importada de África del Sur que usaban todos los biólogos en el mundo. Desde el desarrollo de los microscopios, resultaba fácil tomar muestras de esta especie en el agua, donde arrojaba sus renacuajos, para descubrir puntos clave del desarrollo embrionario del ser humano en su etapa temprana, debido a la similitud que tienen sus facetas.

Pero, a su regreso a Ecuador, Del Pino se chocó con la ausencia de su objeto de estudio y salió a la búsqueda de uno. En los jardines de la PUCE, donde llegó a dar clases, se encontró con la rana marsupial. Una especie que, a diferencia de la que estudiaba su profesor, presenta aspectos que evidencian su adaptación a la tierra, como la bolsa dorsal en la que lleva a sus renacuajos antes de lanzarlos al agua, y que la volvían más cercana a la especie humana. Antes de empezar sus primeros análisis sobre esta rana y proponerla como una especie de estudio en el mundo de la biología, decidió iniciar un intercambio de cartas con su profesor Alan que le permitiera saber en qué otros lugares se habían hecho investigaciones sobre esa rana que ella había hallado.

Ilustración de Eugenia del Pino realizada por Alisa Pincay, 2022.

En la correspondencia, su profesor le contestó que no había nada. Del Pino, motivada por la idea de que si se dedicaba a dar clases sabría mucho menos que lo que sabía antes de irse del país, inició una serie de investigaciones que la llevaron al universo de la biología como una pionera. En ese momento, Ecuador no se reconocía como un país megadiverso. «Esa es una noción reciente», explica Del Pino. En su época no estábamos ni de cerca de saber que Ecuador es el tercer país con la mayor diversidad de anfibios en el mundo, después de Brasil y Colombia; y que, además, es el que tiene la mayor diversidad de anfibios por kilómetro cuadrado.

A diferencia de las ranas Xenopus Laevis, las marsupiales tienen una bolsa materna, un hito en el mundo de las ciencias, pues aquel desarrollo delataba una adaptación terrestre del anfibio.  «De esa manera me dediqué a hacer lo que yo podía y tuve la posibilidad de darle nuevos temas a mis estudiantes en sus tesis, y, de paso, satisfacer mi curiosidad intelectual», dice la científica.   

Los diarios de Eugenia Del Pino no tienen la carga literaria que tenía Humboldt. No piensan en la naturaleza como lo vasto. Los hilos de Del Pino se tejen desde lo mínimo. «Usted puede hacer una pregunta y pensar que la resolvió. Pero después de una pregunta siempre vienen más», dice Eugenia en una entrevista desde Quito, donde solo compartimos un enlace de Zoom. A pesar de estar en la misma ciudad, no nos encontramos. Eugenia ha pasado por una operación de cataratas y espera recuperarse completamente para poder encontrarse de nuevo con alguien más. Agradece la entrevista y el «interés por su trabajo» desde su habitación propia, donde hay pocos registros de sus investigaciones porque todos han sido entregados a la universidad en la que comenzó todo. En ella están las preguntas que planteó y sigue intentando responder.

Ilustración de Eugenia del Pino realizada por Alisa Pincay, 2022.


Jéssica Zambrano es periodista cultural y ciclista urbana. Graduada en Comunicación Social en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, tiene un máster en Periodismo Digital y Gestión de Proyectos Multimedias de la Universidad Casa Grande. Entre 2014 y 2020, fue reportera y editora de Cultura de Diario El Telégrafo y del suplemento cultural Cartón Piedra. Es socia fundadora del medio digital Indómita Media. Actualmente es docente en la Escuela de Literatura de la Universidad de las Artes.