JENNY JARAMILLO EN TRES DIMENSIONES CONCEPTUALES

El hombre, corazón, calzoncillo, Jenny Jaramillo, Técnica mixta sobre lienzo. 130 x 100 cm, 1992

Escribe: Anamaría Garzón Mantilla

Este año, Jenny Jaramillo se convirtió en la primera mujer artista en recibir el Premio a la Trayectoria Artística del Premio Nacional de las Artes Mariano Aguilera. Es, además, una de las precursoras del videoarte y el performante en Ecuador. Su potente obra es de las que abre el camino del arte contemporáneo en el país.


Empiezo este texto con una certeza: lo que propongo a continuación es un imposible. La densidad de Jenny Jaramillo no se cuenta en tres pasos, pero la brevedad de este ejercicio es una introducción previa a su exhibición retrospectiva, que se presentará en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito en el 2023. Esta muestra comprensiva del trabajo de Jenny Jaramillo es parte del Premio a la Trayectoria Artística del Premio Nacional de las Artes Mariano Aguilera, que recibió en mayo de 2022. Esta es la primera vez que, desde que el Premio cambió de formato en el 2012, una artista recibe esta mención. Los ganadores de ediciones anteriores fueron Pablo Cardoso, Pablo Barriga y la Artefactoría. 

Jenny Jaramillo es la pionera del performance y el videoarte en Ecuador. Su llegada a este tipo de trabajos es por la vía de la pintura y su comprensión de la relación entre el cuerpo y el espacio. Estudió en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador y realizó su primera exhibición individual en 1991, en la Asociación Humboldt. Si hacemos un repaso rápido por la escena artística ecuatoriana de la década de los noventa, encontramos a Jenny Jaramillo siendo parte de distintos momentos de quiebre: en 1992 integró el grupo de artistas que ocupó el ala norte del Antiguo Hospital Militar, y en 1995 fue cofundadora del Centro Ecuatoriano de Arte Contemporáneo (CEAC). Estas dos intervenciones marcaron un quiebre con el relato de la modernidad artística local y dieron un salto hacia el discurso de lo contemporáneo. Los noventa son una década de extrema fragilidad para el campo artístico, pero también de una potencia creativa que rompió con la prevalencia de las disciplinas artísticas canónicas –pintura y escultura– en las instituciones. Su práctica, además, tiene una dimensión colectiva: participó en la fundación de la Asociación de Grabadores del Ecuador, en 1993, y de la Red Latinoamericana de Arte y Performance, en 2004. También ha trabajado como profesora universitaria y ha sido parte de proyectos pedagógicos artísticos. 

Su trabajo está atravesado por temas vinculados al género, a la cultura popular o a lo kitsch, que se van a repetir de formas insistentes y transversales a lo largo de su carrera. Esos temas estarán presentes en las tres breves secciones que vienen a continuación. 

La presencia del cuerpo

Mientras Jenny Jaramillo estaba en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador (FAUCE), empezó a pintar en grandes formatos sobre materiales efímeros. Esas obras ya no existen en el presente. El reconocimiento de su propio cuerpo al desplazarse, al rasgar, al enfrentar la dimensión de las piezas fue una primera aproximación al trabajo expandido fuera del canvas. La artista había participado en acciones con Damián Toro, pero su primer performance fue Piel-Pared-Galleta, hecho en el Antiguo Hospital Militar, en 1995. Aunque en su carrera ha participado en importantes residencias internacionales, su experiencia en la Rijsksakademie, en Amsterdam, entre 1998 y 1999, es fundamental para entender sus vínculos con el video y el performance. En su estudio empezó a experimentar con una cámara, con vestimentas y con objetos a los que dotó de vida. Su forma de representar y presentar su cuerpo cuestionaba estereotipos coloniales, vinculados a la raza y el género. 

Cortesía de la artista.

Deshacer y hacer las formas de pintar

Siguiendo el trabajo experimental de pintar sobre materiales efímeros, la primera exhibición de Jenny Jaramillo consistió en un tipo de obras a las que llamó camuflajes pictóricos. Estas piezas contenían hojas, ramas, pieles de animales, entornos exuberantes, barrocos. Esa estética saturada posicionaba un imaginario proveniente de la cultura popular, que alcanzó un momento de experimentación radical en su siguiente muestra individual, en 1993, donde las obras, con títulos como «Las mujeres buenas se van al cielo, las malas a cualquier parte», «El hombre, corazón, calzoncillo» o «Mamita rica, papita frita, maní con sal», se burlaban de las lógicas patriarcales, e incorporaban formas de creación vinculadas a los oficios artesanales o femeninos, como coser, bordar, pegar… En 1994, la artista ganó el primer premio del Salón Mariano Aguilera con la obra «Seis de bastos que no juega», una pintura de la cual salía una pierna de tamaño natural realizada en papel mache y, desde el vacío de la entrepierna, aparecía observando la figurilla de cerámica de un santo católico. Esas pinturas dan cuenta de una voluntad por transformar el lenguaje pictórico desde la parodia, desde el desborde. 

Jenny Jaramillo. 1992. El hombre corazón calzoncillo. Jenny Jaramillo. Técnica mixta sobre lienzo. 130 x 100 cm. Cortesía de la artista.

La repetición, el análisis y el reciclaje

Para Jenny Jaramillo es importante romper las lógicas disciplinares en las técnicas artísticas, pero también es fundamental el ejercicio obsesivo de acumulación y reconstrucción de materiales. Al ver sus piezas, es fácil reconocer materiales o texturas que ya aparecieron en obras anteriores. En esa reconstrucción de sentidos, los objetos adquieren una densidad psicoanalítica, que evoca a la propia memoria de la artista, a sus flujos de pensamiento densos, donde el inicio de una nueva obra siempre implica volver atrás y mirar a los materiales ya usados. La obra que presentó en junio del 2022, en el CAC, «Huelo a quemado», es una muestra de ese ejercicio de resignificaciones, donde la materia desnaturaliza categorías modernas como la originalidad, pero también hay un pensar constante sobre la propia praxis, sobre las sensibilidades de una artista que se inscribe dentro de una tradición feminista que busca hacer visibles sensibilidades y formas de hacer que históricamente han sido excluidas del canon del arte. 

Jenny Jaramillo. Huelo a quemado. Cortesía de la artista.


Anamaría Garzón Mantilla es historiadora del arte y profesora en la Universidad San Francisco de Quito, USFQ. Es directora de la revista académica post(s). Tiene una maestría en Arte Contemporáneo por Sotheby’s Institute of Art, New York y actualmente es estudiante de doctorado en el programa de Historia y Teoría del Arte en la Universidad de Essex.