A LA MEMORIA DE PALOMA

Archivo fotográfico de Coccinelle intervenido con ilustraciones de Arico, 2022

Escribe: Purita Pelayo

El 25 de noviembre de 1997, gracias a la sostenida lucha de movimientos y organizaciones en defensa de los derechos de las diversidades sexuales y de género, se logró que el Tribunal Constitucional declarara inconstitucional el primer inciso del artículo 516 del Código Penal, que penalizaba las relaciones homosexuales. Este 2022 se recuerdan 25 años de este hecho que abrió el camino de una lucha que se sigue batallando. Reproducimos el texto introductorio de las crónicas de la despenalización Los fantasmas se cabrearon, de Purita Pelayo, activista histórica que llegó a presidir la Asociación de Gays, Travestis y Transgéneros Coccinelle.

De su voz fue la primera vez que escuché y pude discernir lo que realmente significaba el término «derechos humanos» para las personas marginadas y discriminadas por su orientación sexual en Ecuador. Corrían los años ochenta y el gobierno derechista de León Febres Cordero aplastaba las voces iracundas del descontento social y político, con persecuciones, torturas y represiones de todo tipo. En este contexto jamás vivido por nosotros, ni siquiera en regímenes dictatoriales, pude conversar con mi amiga Paloma y escuchar sus ideas de lucha en esas noches de bohemia en Quito.

Sus palabras, florecientes y apasionadas por momentos, hablaban de la urgencia por elaborar una plataforma de defensa de los derechos humanos para las «minorías sexuales», cada vez más estropeadas y huérfanas, pues no contábamos con un ente de apoyo que se atreviera a denunciar y a demandar las injusticias que vivíamos diariamente.

Más tarde, supe que sus acciones para llevar adelante un proceso en defensa de los homosexuales también eran conocidas por muchos travestis y transgénero en Esmeraldas, su tierra natal. Ahí entendí que su discurso era genuino e infinito, pues nunca iba a terminar, ni siquiera con la más fuerte tempestad que pudiera caer sobre su infortunada vida. Porque, con seguridad, también contaba con el respaldo hasta del viento o la cascada más torrencial del trópico esmeraldeño.

La historia nos presenta los años noventa como el periodo en que emergen algunos movimientos sociales maduros, tras décadas de luchas para ejercer sus derechos, especialmente el sector indígena. Las personas travestis y transexuales, aunque un poco tarde, no podían quedarse atrás en este proceso libertario. Así nació la Asociación Coccinelle, con una necesidad imperiosa por defender los derechos de las minorías sexuales del Ecuador.

Producción audiovisual de Michelle Gachet realizada a partir del archivo fotográfico de Coccinelle, con los testimonios de Purita Pelayo, 2022.

Esta organización, que llegué a presidir, marcó un hito importante en nuestras vidas, pues nos permitió salir por primera vez a las calles y plazas de Quito a hacer plantones frente al Palacio de Gobierno. Para protestar por los muchos atropellos que vivíamos a diario, a lo largo y ancho del país: detenciones arbitrarias, asesinatos en serie y otros atropellos. Sin que existiera nadie que alzara la voz, excepto la prensa rosa y amarillista que señalaban estos hechos bárbaros en sus espacios sensacionalistas y eran olvidados al siguiente día. A nuestros muertos les calzaba bien la canción de Héctor Lavoe, Periódico de ayer, solo que no era amor lo que se dejaba atrás, sino una muerte y otra muerte y otra más.

Producción audiovisual de Michelle Gachet realizada a partir del archivo fotográfico de Coccinelle, con los testimonios de Purita Pelayo, 2022.

A punta de plantones y marchas, Coccinelle se convirtió en un actor político importante. Sus acciones se llegaron a considerar de relevancia nacional y ayudaron a que la sociedad nos vea desde otra perspectiva y se comiencen a respetar nuestras demandas. Algunas provincias ecuatorianas se unieron a esta gran causa, sobre todo donde los homosexuales eran igualmente sometidos al maltrato. Esmeraldas no estuvo exenta. La semilla lanzada por Paloma germinó abundantemente para organizar el apoyo permanente a todas las actividades desarrolladas por la central de Coccinelle en Quito.

Paloma, cierto día, había convocado a todas sus amigas y compañeras a su modesta vivienda, una pequeña villa herencia de su madre, ubicada sobre una lomita de tierra, la que parecía sostenida más por los brazos de una arboleda que por los destartalados cimientos de sus paredes. Ahí propuso que era hora de actuar, de juntarse para lograr la derogatoria del primer inciso del artículo 516 del Código Penal del Ecuador, que penalizaba las relaciones homosexuales consentidas; un proceso iniciado por otras organizaciones GLBTI de Quito.

En sus inicios, la Asociación Coccinelle enfrentó amargamente una serie de resistencias, paradójicamente de otras organizaciones gais, a las que llamábamos «los serios», que no aceptaban a los travestis y transexuales por ser personas estigmatizadas con la prostitución, la droga y el alcohol. Argumentaban que lo poco que «ellos» habían conseguido en este proceso emancipador podía irse al traste, porque las Coccinelle no eran precisamente personas capacitadas para enfrentar todas las arremetidas homofóbicas que nacían de una opinión pública contraria. Paloma consideraba a estos «compañeros serios de la comunidad» como los peores enemigos, a pesar de ser cercanos. Eran los primeros a ser derrotados con severidad. Coccinelle continuó adelante con sus ideales de cambio pese a todos los obstáculos. Nos catalogaban despectivamente como «atrevidas», pero el atrevimiento nuestro tenía un origen grande: ser el sector más golpeado y humillado socialmente.

Paloma viajó muchas veces a Quito y dejó pendiente su trabajo de peluquera, que lo ejercía, sobre todo, en las áreas rurales de Esmeraldas. Nos acompañó con la clara convicción de un ser humano que ansiaba justicia y reconocimiento. Ella, en carne propia, sufrió la represión y humillación de la Policía Nacional por el solo hecho de ser diferente en su orientación sexual. Esto, en vez de volverla temerosa y cobarde, realimentaba más y más su fortaleza, lo que asombraba a todos, a más de sus justos razonamientos y la humildad que la caracterizaban.

Cuando regresaba a Esmeraldas, su casa se convertía en un verdadero albergue de muchos simpatizantes de su clase: amigos expulsados de sus propias familias que no aceptaban a un homosexual en su entorno. Todos encontraban en Paloma un corazón grande y abierto. Muchas veces me topé con algunas personas compartiendo su aposento y pensando cómo sobrevivir en una pequeña ciudad donde la sociedad no estaba aún preparada para aceptar y respetar los derechos humanos de personas diferentes.

Producción audiovisual de Michelle Gachet realizada a partir del archivo fotográfico de Coccinelle, con los testimonios de Purita Pelayo, 2022.

Paloma nunca fue una conformista. Siempre buscó cristalizar sus ideales donde sea, incluso cuando fue a España y adoptó el nombre de Ámbar. Ahí trabajó en tareas de limpieza en el Colectivo Gay de Madrid, España (COGAM), pero ni por eso dejó de seguir aportando en pro del respeto de los derechos de los grupos GLBTI de Ecuador.

Ella decía que toda persona puede y debe empezar desde abajo si quiere llegar a conocer bien lo de arriba, cuando explicaba su trabajo en Madrid. Mantenía la esperanza guardada para luego compartirla con todos, enriqueciéndonos en el momento adecuado. Su objetivo era que todos nuestros aportes y acciones sirvieran a la causa, aunque las mismas parecieran parte de una temática trillada, pero no por eso menos auténtica.

Archivo fotográfico de Coccinelle intervenido con ilustraciones de Arico, 2022

Dos días antes de recibir una infausta llamada, sucedió algo inusitado en mi departamento de Quito. Luego comprendí que fue nuestra amiga Paloma la que vino a despedirse. Las cortinas de mi baño, elaboradas con canutillos, tiritaron como queriendo soltarse. Tuve el vago presentimiento de que algo grave estaba ocurriendo, porque no había la más mínima briza que pudiera justificar aquel movimiento.

Paloma, desde la eternidad, sigue a nuestro lado. Pero con la noticia no pude dejar de aterrarme por la posibilidad de saberme cada vez más sola en esta vida. Por eso decidí escribir estas crónicas: por nuestra amiga Ámbar, como la llamaban allá, por nuestra amiga Paloma, como la conocíamos acá.

Dos días más tarde me llegó la noticia de su muerte.